
Alguien la aconseja
“¿Dejar de lactar por no soportar el dolor? ¡Qué va, eso es un error!”.
La leche materna es el mejor alimento que una madre logra ofrecer a su hijo y no solo por ser el más completo y contener todos los nutrientes que necesita para su crecimiento durante los primeros meses de vida, sino por la relación afectiva que se establece entre la madre y su bebé mientras dura el acto de amamantar; también protege al niño de muchas enfermedades.
Lactar es muy importante: la leche no se fabrica, no hay que comprarla ni hervirla ni envasarla; tampoco hay que levantarse de madrugada a calentarla. A la hora que la criatura tenga hambre, ahí está, solo cargarla y a chupar; no importa en el lugar que se encuentren.
Algo más, las mujeres que amamantan pierden rápidamente el peso alcanzado en el período del embarazo, y es muy difícil que padezcan de anemia, hipertensión y depresión posparto.
Un momento conmovedor es cuando un niño llora y rápidamente la madre, le pone el pecho y el bebé comienza a succionar hasta saciar el hambre y al terminar suelta el seno y con la boca aún embadurnada de leche, sonríe y mira a su progenitora como diciéndole, “estoy lleno y feliz, mamá”.
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