Papi, a ti debemos nuestra existencia, siempre nos diste la debida
atención y, de acuerdo con tus posibilidades, lo que necesitábamos en cada
momento. Tus jaranas eran continuas; cogernos de sorpresa y levantarnos
en peso hasta donde alcanzaran tus brazos, era un deleite para ti. Acostarte en
el piso con alguno de los más chicos sobre tu barriga, eso no tenía precio, lo disfrutabas
al máximo, tus lágrimas brotaban de tanto reír.
Nos enseñabas a hablar correctamente. A respetar a todas las personas,
fundamentalmente a las mayores. No permitías que nos riéramos de algún impedido
físico. Nos educaste como mismo te educaron a ti. Tú eras una persona maravillosa, muy
humanitaria, te encantaba ayudar a los demás. Tus hijos seguimos tus consejos,
siempre te tenemos presente porque fuiste un padre especial, no, no fuiste un
padre especial, eres y seguirás siendo un padre especial. Nunca te apartarás de
nosotros porque te adoramos. Sigues junto a tus ocho hijos, somos inseparables,
así nos enseñaste.