El girasol, una de sus flores preferidas.
Cómo no
hacer un recuento en un día tan especial como este. Recuerdo tantos trabajos
que realizaste para poder mantener a ocho hijos cuando, incluso, los mayores
nacieron 8 y 10 años antes del triunfo de la Revolución Cubana
y tenías que hacer pininos para pagar
los estudios, porque eso para ti era fundamental en la formación de tus pequeños.
Vienen a
mi memoria algunas de las labores que hiciste, como la de vendedor ambulante, cuántas baticas de niñas de diferentes modelos y colores,
también ropa de varones, entre otras prendas de personas mayores que transportabas
en las alforjas de tu caballo y recorrías lugares hasta desconocidos por ti, pero la
necesidad lo requería, la familia esperaba el regreso con el resultado del viaje
que, regularmente, lo acompañaba la buena suerte, pues eras honesto y muy buena
persona.
Siempre
llegabas al hogar con tu buen carácter, preguntabas acerca de cómo pasaron el
día; sobre la escuela, si había alguna queja, además, hacías maldades y levantabas con tus brazos al
más pequeño, hasta hacerlo reír o llorar.
Fuiste
fotógrafo, eras tan amigo de la maldad, que mi tía Margot estaba embarazada y
te preguntó que cómo se le veía más chiquita la barriga, le contestaste que de
perfil, cuando ella vio la foto, te quería matar. Otro día nos sorprendiste a
tres de las hembras cuando nos bañábamos en una batea y nos retrataste desnudas,
¡qué pena!, cómo te reíste, eso quedó
como reliquia familiar.
Sí,
bodeguero en los años 1957-59, qué situación más difícil vivía la Isla , la bodega abarrotada de
mercancía, pero la gente sin un centavo. No olvido aquel cuaderno que llevabas
para anotar lo que cada familia compraba hasta que cobrara la limosna que le
pagaban en labores de la caña o en otros trabajos, que la mayoría de las veces
no le alcanzaba para liquidar la deuda; así pasó el tiempo, la tienda la tuviste
que vender, y hasta hace poco anduvo la libreta rodando con las anotaciones de
miles de pesos que nunca cobraste, sabías que la gente no daba más, a ti te
tocó perder; pero ganaste amigos, te animabas y continuabas la lucha.
Con mucho
sacrificio, tú y mi abuelo innovaron una pequeña fábrica de tabaco, tenían
cinco empleados, más los hijos mayores que ayudaban en la elaboración de los Tabacos TATO, así te apodaban y ese era
el nombre reconocido que llevaban los habanos en su anillo.
Hiciste
una dulcería con la ayuda de un maestro en repostería y de tu familia. Llevabas
el producto a distintos lugares de la provincia, muchos los vendías en el
barrio. La gente perseguía tus golosinas debido a su calidad. Esto fue hasta
que llegó la nacionalización a todo el país.
A partir
de entonces laboraste como maestro en varias panaderías del centro de la ciudad.
En esta especialidad ejerciste hasta tus 64 años de edad,
no te llegaste a jubilar, pues un cruel cáncer no te permitió que continuaras a
nuestro lado, y el 2 de noviembre de 1988, desapareciste físicamente.
Padre,
cuánto más hubieras hecho durante todos estos años de ausencia,
fundamentalmente, la alegría estaría siempre acompañándonos. Continuarías insistiendo
en el fortalecimiento de la unidad entre los hermanos, aunque esa no cambia,
cada vez es más fuerte. Te acostarías en el piso a reposar el almuerzo, como
solías hacerlo, y encima de ti uno o dos nietos haciéndose cosquillas
mutuamente… y de tanta risa se te saldrían las lágrimas. ¡Qué bueno sería todo
eso!, pero tus ocho hijos siempre te recordaremos porque hiciste cuanto
pudiste, nos educaste, nos inculcaste a no mentir, a no robar, a no ser violentos,
nos enseñaste a ser solidarios, a ser responsables, en fin, a ser hombres y
mujeres de bien como lo fuiste tú, nuestro Papi, el mejor de todos, el más
comprensivo y cariñoso. TATO para los vecinos y amigos.
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