Llegó el fin de año, las familias cubanas lo
disfrutaron a sus anchas, incluso,
incontables comenzaron los festejos el 24 (Nochebuena), los últimos días del “viejo” y los primeros
del “nuevo” sirvieron para el reencuentro de seres queridos que desde otros
pueblos del resto del mundo dejan sus vacaciones, terminan misiones, o simplemente planifican viajar a Cuba en esta
fecha para pasarla bien en compañía de los suyos.
No faltó lo que más identifica
a estas jornadas festivas, dicho en buen cubano: el cerdo asado, el congrí, la yuca,
el casabe, la ensalada, el ron, la cerveza y el buen vino o licor de diferentes
sabores y, por supuesto, las golosinas de los menores, todo ello unido
a los chistes, al baile, y a otras actividades que suelen realizarse cuando se
está en familia.
Todavía este domingo 5, hubo
celebraciones, mi gente sigue en movimiento, pues Yoel, el menor de mis hijos, planificó
una comida y dijo que ese día, en mi casa, debía estar presente todo el
familión para disfrutar de un momento agradable, y como los Hernández Guerrero somos tan
disciplinados, inmediatamente acatamos la orden, no importó que fuera uno de los menores de la tropa quien la diera.
Fue un encuentro buenísimo,
qué bonito y alentador es ver a unos en busca de asientos para las tías, las
hermanas, las primas, las esposas, algunas vecinas y, además, contemplar a otros
en la cocina al tanto de las guisanderas y escuchar, “¿qué hace falta”, “en qué les ayudamos?” “Dígannos”.
Ufff, poco a poco el machismo se acaba, seguro que sí.
Y no faltó quien buscara
bebida, sobraban los voluntarios.
Dos de los adolescentes y la
menor del grupo, no perdieron la oportunidad de jugar en la computadora, además
de buscar el completamiento de algunos materiales de estudio.
Hubo maldades,
cuentos, bromas, hasta apodos y comparaciones de las cocineras de ocasión con
las de la telenovela brasileña Avenida
Brasil.
Las risas llegaban de
cualquier parte, del portal, del patio,
y de la cocina ni hablar, aquí estaba
Adita, mi sobrina, que es tremenda chistosa, ahí sí hay para desternillarse, ya
no teníamos tripas, como solemos decir, ¡qué muchacha!
Fue un encuentro inolvidable,
una reunión familiar llena de amor y de comprensión. Nada, que así somos las
familias cubanas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario