Aquellos
apelativos para referirse a ti, mujer de “pelos largos e ideas cortas”, “
reinas del hogar”, y “esclavas del amor”, junto al de sexo débil en su fuerza
física y mental, hace mucho tiempo quedaron atrás en Cuba.
Alcanzaste tu
plena igualdad a partir de 1959. Con la Revolución dejaste atrás la discriminación de la
cual fuiste objeto durante años y por tus esfuerzos estás en el lugar que
mereces en la sociedad.
Te emancipaste
totalmente. Fuiste abanderada en el estudio y el trabajo, lo que condujo a que
ocuparas los primeros lugares en las diferentes áreas económicas y sociales: la
salud, la educación, la ciencia, la defensa, la biotecnología...
Hoy, además de maestra, directora,
miliciana, campesina, delegada, enfermera, médica, camionera, escritora,
periodista, gerente, funcionaria, presidenta, dependienta, deportista… cumples
con tu responsabilidad de madre, esposa;
llevas sobre tus hombros el cuidado de la familia, célula básica de la sociedad, la educación de tus hijos, y la labor
doméstica, independientemente de lo logrado en términos de equidad.
Trabajas, te
esfuerzas, luchas y logras múltiples resultados en el hogar y la vida social y
laboral donde te desarrollas.
Cumples misión
en otros pueblos del mundo necesitados de tu colaboración, y lo haces con amor
y total entrega, a pesar de la distancia y la nostalgia que causa alejarse de
los seres queridos y de la
Patria que te vio nacer.
Tú, mujer cubana,
calificada como la perla del Edén, no solo participas en la construcción de una
nueva sociedad, sino que decides y moldeas con tus conocimientos y total
entrega ese futuro con el que siempre has estado muy comprometida.
Eres el ser más importante. Donde estés, hay alegría. De los jardines del mundo, eres la más linda flor,
sí, porque irradias y reafirmas la
belleza, fundamentalmente la que llevas
por dentro. Sin tu presencia no hay obra perfecta.
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