jueves, 26 de abril de 2018

Bailando en Cuba 2








¡Cuántos comentarios! No obstante, no voy a detenerme en ellos, ni siquiera los leeré todos porque son muchos; además, mi intención es la de valorar el programa desde mi punto de vista, convencida de que no sé mucho de música; tampoco de baile, aun cuando este me fascina y disfruto muchísimo.



Quiero saber si este espacio es para formar ¿bailarines o bailadores?

Con relación a la final, coincido plenamente con la selección de la pareja 9, a pesar de que luego de la improvisación, pensé que no sería coronada por la caída en su ejecución, pero bueno, el jurado sabe y decidió...

Pregunto: ¿Por qué no se le da más tiempo de ejecución al baile en pareja; es decir, las manos tomadas, colocadas en el hombro, en la cintura…? Ahora parece que lo más importante son las cargadas, por cierto, bastante peligrosas. Algo que llama la atención es que en varias ocasiones los competidores miran constantemente al jurado o al público, y no a su compañero (a), ello demuestra poca afinidad.

Considero que no todos los ritmos musicales estuvieron acordes con las parejas porque, además, valoran ¡hasta la actuación!, algo increíble: músico, poeta y loco…

No hay dudas de que Bailando en Cuba 2, dirigido por Manolo Ortega y su equipo de trabajo, superó la edición anterior.

Es importante que desde ya, quienes tienen que ver con tan interesante programa, comiencen a escuchar criterios, valorar, comparar y crear para limar las dificultades que, innegablemente, son menos que los resultados halagüeños, porque hay calidad humana para ello; ante todo, un jurado de altura, compuesto por los maestros Santiago Alfonso, Premio Nacional de la Danza, Lizt Alfonso, directora de la compaña Lizt Alfonso Dance, y Susana Pous, directora de Danza Abierta.

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