Pensando en el hombre de Yaguajay, en su figura inolvidable,
en su sonrisa franca y espléndida, y en lo dicharachero que era, decidí publicar
algunos chistes, cuentos, bonitos e interesantes que muchos los desconocen:
En el tailoreo
En el periódico vi que pedían un sastre para una fábrica; me
presenté, llené los papeles, pero cuando me dijeron “identifícate persona”,
papeles de por medio, quedé por testarudo, les dije que los tenía en N. Y. y
que mañana, un mañana que nunca llegó, se los llevaría. También el ciudadano
ese me dijo que tenía que tener unión, pero ahí mismo se le fue la musa, le
pedí la dirección de la unión y de ahí partí para allá (la unión esa tarde,
sábado, estaba cerrada y entonces el lunes, a las 8 en punto, ya estaba
haciendo posta en la unión).
Llegué a las oficinas y me preguntaron What you want, le dije a la “anciana” que hacía 10 días que estaba
en el país y que era Taylor (sastre) no se rían que ustedes saben de mis
cualidades, que yo era Taylor y que quería unionarme y quería una peguita, de
ahí me pasaron a otro, donde llené una solicitud. El buen Mr. ese, me dijo que
qué podía hacer, le dije que en sacos “any kind”, cualquier cosa, me preguntó Where you come front (de dónde viene),
le dije de Cuba, me pidió el social
security y llamó por teléfono, después me preguntó si yo era P. Riqueño
(que es como aparezco en el registro del S. C.) entonces di marcha atrás, le
dije que yo era nacido en P. R. y me preguntó que cómo le había dicho que
cubano, díjele, mire, artista, usted me preguntó que de dónde venía y no dónde
había nacido, entonces le tuve que dar una explicación explicativa,
explicándole de cuando nací y dónde y cuándo me llevaron a Cuba, o sea, que
dije mentiras de aburujón pila, montón puñao, por fin el tío me dijo: mira,
vete ahora mismo a este lugar y ahí puedes trabajar.
Llegué, seguí llenando planillas y (diciendo mentiras, muy
pocas), hombre, me decía, tú sabes hacer esto, aquello, lo de más allá y a todo
el yes, que es lo que vale y camina
en este país, de ahí me dijo venga tomorrow
a las 8.
Efectivamente, con 2 metros de nieve en el cielo de la boca del
frío (sin nevar), me pasaron a un quinto piso, me buscaron una silla y me
preguntaron si tenía tijeras, dedal y demás, les dije que no, me consiguieron
todo eso y después me pusieron a a a a pegar cuellos, me tiraron un saco y
fuera, ahí mismo fue el average, gracias
a un viejo que estaba al lado mío me fui defendiendo, le dije: mire Mr. resulta
que hace muchos year ago que yo no
hago esto, y se me ha olvidado, deme una manito, yo lo que quiero es aprender
no me interesan los Tickets para la Money, efectivamente, el viejo me indicó cómo
era (no es difícil); ahí pasé como 2 horas, cuando el jefe vino me preguntó que
de qué yo había pedido trabajo, yo le dije que en lo que yo era un trueno era
haciendo bolsillos, que podía hacer cualquier cosa, pero necesitaba un poco de
práctica. Me dijo que si quería coger un
puesto para hacer bolsillos, le dije: ¿Today?,
me dijo: sí, hoy; le dije: barín. Seguí subiendo pisos y llegué al Dpto. de
bolsillos, ahí me dieron una pequeña indicación de cómo hacerlos y me hicieron
uno, entonces les tiré mis alardes, les dije: mire maestro yo los hago igual
con un procedimiento más “Moderno”; me dijo: ok, vamos a ver. Les hice uno y me
dijeron: déjese de inventos y hágalo como le dijimos. En fin de cuentas hice
más bolsillos que un buey, todavía no sé lo que me pagan, pero ya afinqué el
puesto, pues el jefe me dijo que regresara mañana, así que como pueden ver, ya
estoy tailoreando. (De una carta a sus padres).
Su sombrero
Un día llegué yo a caballo a donde ellos estaban: era el día
que llevaba el animal para ensillárselo a Camilo, para que se trasladara de un
lugar a otro, y él coge y se pone mi sombrero y me dice que a mí no me lucía
ese sombrero, que le lucía, por ejemplo, al capitán Camilo, y se lo puso, se
miró en un espejito y me dice:
-¿Qué chico? Ponte la gorra esta.
Le digo:
-Bueno, me la llevaré para la casa y me pondré otro sombrero
que tengo allá, que inclusive es mejor que este que tengo puesto, que tiene
unos cuantos años ya.
Él se quedó con el sombrero y yo lo miraba y me reía y él
luego miraba que yo le estaba mirando el sombrero y él se reía y guiñaba un ojo
y le hacía señas a los otros compañeros. Y él luego le hacía señas a ellos de
que yo estaba mirando el sombrero; parece que él pensaba que yo quería el
sombrero, pero era mirando que le lucía bien. Ese sombrero que Camilo traía era
mío. Era mío y a mí me era orgullo que a él le luciera bien, lo trajera, y que
Camilo con ese sombrero luce más bonito todavía. Ese sombrero se lo regalé yo,
se lo regalé yo en el sentido que él lo cogió y se lo puso y le quedó bien, me
miró y me dijo que le lucía más a él que a mí y se quedó con él.
Narrado por Ra fael Verdecia Lien